La belleza de emplazamiento y de su luz ligeramente azulada ha hecho de ella un objeto de inspiración para generaciones de artistas de entre los más grandes. Sus calles, sus hoteles y sus cafés han visto pasar a Tennessee Williams, a Samuel Beckett, a Jean Genet. Sus palacios vivieron las fiestas mundanas de Barabara Hutton o de Malcolm Forbes. Su luz inspiró a Matisse y su misterio a Paul Bowles; la ciudad blanca ha sabido siempre enamorar a los genios.
Dispuesta como un anfiteatro sobre el Estrecho de Gibraltar, se asoma al Atlántico y al Mediterráneo. Su ubicación, su historia y las comodidades hoteleras que ofrece hacen de Tánger un destino privilegiado para los viajeros en busca de románticos recuerdos.