La Polinesia Francesa está formada aproximadamente por más de mil islas, situadas en el Océano Pacífico. Se agrupan en Islas de la Sociedad, Islas Marquesas, Islas Australes, Islas Gambier y el Archipiélago Tuamotu. Su capital, Papeete, ubicada en Tahití, es la más grande.
Islas de la Sociedad: este
archipiélago está compuesto por ocho islas de origen volcánico y por cinco
atolones, llamadas las islas de Barlovento y de
Sotavento. Las de Barlovento comprenden Tahití, que es la mayor y más
conocida; Moorea, Tetiaroa y las más
pequeñas Maiao y Mehetia. Las de
Sotavento son Huahine, Bora Bora, Raiatea,
Tahaa y Maupiti. Todas ellas se encuentran inmersas en una
laguna de color de jade entre atolones, franjas de tierra, arena y después....
el azul infinito del océano.
Archipiélago Tuamotu: está
compuesto por varios islotes coralinos que flotan sobre el océano
extremadamente limpio, tanto, que no es necesario zambullirse para poder ver
los miles de pececillos de colores nadando tranquilamente por los pies de los
visitantes. Las purísimas aguas de este archipiélago permiten además cultivar
las famosas perlas negras, raras y únicas en el mundo.
Islas Gambier: es el más remoto
de Polinesia. Aquí encontraremos catorce islas montañosas rodeadas por una
barrera coralina, de la que sólo la mayor, Mangareva, está poblada. Se
caracteriza por sus magníficas playas de colores jamás vistos, entre turquesas,
verdes y naranjas.
Islas Australes: al situarse en
el Trópico de Capricornio, cuentan con un clima más fresco que el de Tahití. La
comprenden Rorutu, la isla de las ballenas
y de las cuevas espléndidas; Tubuai, con
llanuras fértiles, Raivavae, con
su laguna luminosa, y Rimatara. En
estas islas, además de encontrar los más bellos paisajes, cuentan con
curiosidades naturales y sitios arqueológicos interesantes como las cuevas
calcáreas y "marae" antiguos, "tiki" imponentes de piedra y
grandes fortalezas colocadas en la cima de las colinas.
Islas Marquesas: son las islas
más silenciosas y espirituales de toda la Polinesia. Cascadas, mesetas
desérticas y bahías pintadas de arena negra. Un auténtico paraíso en el que
Paul Gauguin eligió como última etapa de su viaje.