La tierra prometida para todo aquel que quiere empezar de nuevo, sentirse como un pionero y buscar su destino en la mítica terra australis incognita. Las antípodas del Viejo Continente fueron bautizadas con el nombre de Australia, mezcla de las palabras austral -tierra desconocida al sur del mundo-, y los Austria, casa reinante en España en aquel momento.
La ciudad más dinámica y cosmopolita de la isla es Sydney, centro económico y social más importante que la capital oficial, Camberra. La misma ciudad es un buen lugar para practicar deportes acuáticos como canoa, yate, kayak o dar un paseo al atardecer por su puerto. Los primeros surfistas nada más poner un pie en Australia, los vas a ver en la playa Bondi, una de las áreas de recreo más famosas de la ciudad. Si preferís agua dulce, navega en una barca de remos por el río Kangaroo o date un chapuzón en sus limpias aguas.
En el centro del enorme país se encuentra Ayers Rock o Uluru, lugar sagrado de visita fundamental. Los aborígenes recomiendan a los turistas que no suban por respeto a su cultura, cosa difícil porque la vista y la roca son espectaculares, y está adaptado para que la escalada sea sencilla. Siempre podés admirar su majestuosidad y color rojizo desde abajo, especialmente al atardecer.
Desde la vecina formación rocosa de Las Olgas, también vas a poder disfrutar de la escalada e incluso divisar algún dingo. La fauna y la flora australiana son el gran tesoro del país: no es recomendable bañarse cuando esté indicado la existencia de cocodrilos, sobre todo en agua salada; cuidado con los gigantes termiteros abandonados, escondite perfecto de una serpiente; los canguros son amables marsupiales que no ofrecen peligro, aunque hay que tener cuidado cuando vayas por la ruta; los koalas, son una especie única en el mundo. Si visitás algún zoo, granja o reserva prueba de abrazar a alguno, parece que en realidad son de peluche.
El segundo Parque Nacional más grande del mundo es Kakadu. Cascadas, cocodrilos, y aventuras en todo terreno, a través de ríos, marismas y una frondosa vegetación, y recorriendo partes a pie e incluso nadando. No te pierdas la galería de arte rupestre, dónde hay una representación de Namargón, espíritu encerrado en su propio círculo de luz, encargado de rasgar las nubes en la estación húmeda para facilitar el paso de la claridad a la tierra.
La tradición aborigen australiana, intenta subsistir en sus leyendas como las de los warlpiris occidentales, quiénes creen que las almas se resguardan en los árboles y esperan a que pase una mujer adecuada para saltar hacia ella y nacer.
Pero el ideal de contemplar poblados aborígenes australianos es bastante complicado. Aún así, las Islas de Melvilla y Bathurst son las indicadas para tener algún contacto con actividades tradicionales del pueblo tiwi, como buscar almejas y recolectar ostras, rastrear nidos de tortuga o dar paseos por el bosque.