Durante la década de los 80’s no era fácil encarar una banda de Heavy Metal, muchos menos con un sistema sociopolítico y cultural que intentaba mantener al género metálico debajo de la alfombra. En ese contexto, hubo héroes, artistas imprescindibles, independientes y autogestivos, que hicieron grande este movimiento socio cultural que nos representa, remando contra la corriente. Sin dudas, Nepal es uno de esos proyectos que estuvo a la cabeza. Su rol en la escena nacional fue clave. Más aún sin haber pertenecido al riñón de ninguna gran banda desaparecida, ni estar asociado a grandes productoras. A ellos debemos mucho los amantes del Metal: riffs aguerridos, solos para gente de paladar negro, bases demenciales, una voz desgarradora al frente gritando verdades de lo profundo del ser e intentando despertar conciencia, una percusión que suena realmente a tambores de guerra…
Lo cierto es que luego de muchos años militando en el under, Nepal pateó el tablero a inicios de los 90’s con «Raza de Traidores», consolidaron su presencia con «Ideología» a mitad de la década, y antes del cambio de milenio demostraron una gran madurez con «Manifiesto».
Crónica: Agustín Di Mauro – para: Vientos de Poder